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30 de nov. de 2010

vivir

Un hombre (mayor que muchos, menor que menos), no estaba seguro de haber nacido. Se pellizcaba y, en efecto, sí sentía dolor. Pero desconfiaba aún de la verdadera existencia de la mano que pellizcaba...
El dolor, decía, no es prueba suficiente de estar vivo. Puede muy bien tratarse de angustia a la nada, y sobre la nada no hay nada que decir.
Mientras decía todo esto, preparaba unas sabrosas tostadas con mermelada.

Diego Seoane